A finales de la década del 70
estudiaba en el instituto pre-universitario de Santa Clara, Cuba, un
joven amable, inteligente y poseedor de una vasta cultura que le
permitía en aquella época ser admirado por sus compañeros de
clase; sobre todo por ser un amplio conocedor de la vida, de esa tan
linda y despreocupada que se vive a los 20 años de edad, cuando el
alma no ha sido manchada aún por los compromisos políticos y
sociales, y no se disimula la alegría.
Tan grande era la admiración de aquel
estudiante por el modo de vida americano, que a su apodo hispano
Pepe, sus amigos le añadimos “el yuma”. Es decir Pepe el Yuma.
Y es que para los cubanos -a diferencia los demás pueblos latinos
que emplean el término despectivo “gringo” o “yanqui” para
referirse a los norteamericanos-, “yuma” es la palabra que mejor
describe la secreta admiración del pueblo humilde que desborda
siempre la censura política del Estado y no se hace cómplice de
ella.
Por aquella época trabajaba en el
Instituto un señor llamado Segundo, de mucho poder sobre el futuro
de nuestros planes de estudiar en la Universidad, y a quien todos los
estudiantes, temíamos por su carácter inquisitivo. Segundo se
situaba todos los días, a la hora de entrada, en la puerta principal
del edificio; para requisar con su vista de águila a cada
estudiante: no se podía pasar a las aulas si el cabello de los
varones se descansaba sobre las orejas, o si la falda de las
muchachas era muy corta. Segundo era muy riguroso y su voz profunda
causaba terror cuando nos señalaba: ¡Usted, salga de la fila y vaya
a la Dirección que lo voy a “empapelar” por indisciplinado!
Pepe siempre les recordaba a sus amigos
-Oriente, Llerena, Bebito, Ray y el Colora'o-, antes de entrar a
clases: “¡Caballeros no me digan Pepe el Yuma en el colegio porque
Segundo se va a enterar y me va a empapelar! ¡No me digan
Pepe el Yuma!
Con el otoño llegaba la época de la
Escuela al Campo. Y en cierta ocasión, Pepe el Yuma y sus amigos de
siempre fuimos ubicados en San Antonio, un albergue de cortadores de
caña de azúcar cercano al ingenio George Washington. El albergue
tenía improvisados camastros fabricados con madera y saco, muy
cercas uno del otro, y en un rincón junto a la puerta se ubicó el
siniestro Segundo. Cada mañana aquel hombre nos despertaba a las
5:30 am -cuando el frío nos hacía temblar a todos-, y nos daba su
discurso político sazonado con amenazas y advertencias: “¡Se
prohíbe escuchar las estaciones de radio de los yanquis en los
límites del campamento! ¡A quien descubra oyendo música americana
lo voy a empapelar!”. Asombrosamente, Pepe el Yuma se atrevió a
preguntar: “¿Cuáles son los límites del campamento?”. Y
Segundo gritó: “¡Aquel árbol de mangos al Sur, y el molino de
viento al Norte!
Por supuesto, cada tarde Pepe tomaba su
radio de batería y sentado a los pies del molino, como un Don Quijote y en la misma
frontera entre "dos países en guerra", escuchaba aquellas famosas estaciones de radio provenientes de Cayo Hueso.
A veces nos sentábamos junto a una
hoguera, tocábamos guitarra y cantábamos canciones de los Beatles. Mientras algunos leían las cartas de novias o familiares, todos hacíamos
planes de un futuro hoy presente que llevamos con nostalgia del
pasado. Allí surgía siempre la preocupación de Pepe: ¡Caballeros,
no me digan más Pepe el Yuma que Segundo me va a empapelar!
Cada vez que a Pepe el Yuma le tocaba
fregar las bandejas de comida del comedor, sus amigos nos sentábamos todos encima de su
camastro -siempre ordenado, pulcro y limpio-, para desordenarlo; pues a
nuestro él le molestaba muchísimo el desorden. Y en una ocasión que
repetimos la travesura, ocurrió algo insólito. Todos reíamos
imaginando el disgusto del Yuma cuando repentinamente entró Segundo al albergue y nos quedamos
petrificados. El hombre se plantó frente al grupo y nos miró uno a
uno muy serio, como calando nuestras almas y pensando lo que
escribiría en nuestros expedientes. “Adiós Universidad”,
pensamos todos: Llerena, Oriente, Bebito, Ray y el Colora'o... cuando la
voz de Segundo nos sacó de nuestros pensamientos: ¡Qué están
haciendo partía de vagos! ¡Bájense todos de ahí, porque los voy a empapelar si le
ensucian la cama a PEPE EL YUMA!
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