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Jean Patchet y Ernest Hemingway en Finca Vigía, 1950 |
Por Ángel Cristóbal
A finales de los noventa, comencé a escribir en Cuba un ensayo
biográfico sobre el escritor norteamericano Ernest Hemingway, inspirado en un
viaje que realicé a La Habana, a mediados de los ochenta en unión de mis
compañeros y compañeras de estudios universitarios, y a pocos meses de culminar
la carrera de Filología. Pero no me fue posible publicarlo sino muchos años
después, cuando ya viviendo fuera de la isla fundé la editorial Letras Latinas
Publishers, y en 2006 salió la primera edición de Regreso a las armas. Crónicas
de guerra
Con la sapiencia que sólo otorga el paso del tiempo, aquella etapa
de mi estancia en la Universidad Central de Las Villas fue una de las más
hermosas de la temprana juventud, cuando, como colofón cultural al amplio
pensum de materias -tanto en la rama de literatura, como en la de lingüística-,
los tutores de nuestras tesis de grado nos planificaron interesantes viajes
complementarios: primero a villas antiguas como San Juan de los Remedios (Villa
Clara), Santísima Trinidad y Sancti Spiritus, y más tarde a San Cristóbal de La
Habana, donde reforzamos los conocimientos sobre el arte y la arquitectura
colonial, las artes pictóricas y escénicas de los siglos XVIII y XIX, además de
un acercamiento al cine cubano contemporáneo; todo ello de la mano de eminentes
historiadores como el Dr. Eusebio Leal -historiador de La Habana-, críticos de
arte como la Dra. Graciela Pogollotti, y críticos de cine como Enrique Colina.
Regreso a las armas precisamente en su introducción ameniza aquel
recorrido habanero que terminó en San Francisco de Paula, lugar donde se
encuentra la famosa Finca Vigía, cuya celebridad debe a quien fuera su más
eminente dueño: el escritor y reportero norteamericano Ernest Hemingway.
Destaco en negritas la palabra reportero, porque dedico la mayor parte del
libro al género reporteril bélico, que explotó Papa Hemingway, y del cual
obtuvo los mejores dividendos en conflictos del siglo XX como la Primera Guerra
Mundial (1914-1918), la Guerra Civil Española (1937-1939), y la II Guerra
Mundial (1939-1945).
Hemingway obtuvo suculentos contratos de prensa, en una época
cuando llegó a ganar hasta 500 dólares por cada telegrama que enviaba con sus
historias y crónicas del frente a las redacciones que le habían solicitado sus
servicios. Pero lo más insólito de esos años, fueron los recorridos que el
autor de "Adiós a las armas", hiciera por la corriente del Golfo, a
la caza de submarinos alemanes, entre 1942-43.
Narramos allí un estudio desconocido, sobre esta poca difundida
actividad anti-nazista de Hemingway: un hombre que fue capaz de proezas de esa
naturaleza, y que, sin embargo, no pudo superar su propia crisis; acosado por
el FBI, que en un primer momento lo contrató como espía, y más tarde le vigiló
por su simpatía con la Revolución Cubana, y su líder Fidel Castro, de quien fue
un gran amigo -y éste un profundo estudioso de la obra hemingwayana.
Extrañas recaídas depresivas causadas por una vejez prematura que
deterioró su mente, y su voluntad de vivir amarrado a un cuerpo que ya no le
respondía, ocasionaron el trágico final del 2 de julio de 1961, con 61 años de
edad.
Portada de la 2nd edition |
No podía pues, dejar pasar la oportunidad que brindan también las
redes sociales como herramienta para profundizar nuestro conocimiento y nuestra
cultura, para invitarles a revivir a
través de su obra, distintos momentos de uno de los más grandes novelistas de
todos los tiempos que vivió dos décadas en Cuba: escudriñar sus comienzos en
aquel París de la “generación perdida”; conocer los famosos encuentros con
literatos como Gertrude Stein, Scott Fitzgerald, Ezra Pound; las cacerías y
pesquerías; sus rivalidades con magnates, discusiones y riñas callejeras. Y por
supuesto, sus amores, que culminan en mi ensayo con la historia más triste
protagonizada por un hombre acabado, rodeado de hipócritas mujeres.